"To be what we are, and to become what we are capable of becoming, is the only end of life" Robert Louis Stevenson
martes, 17 de junio de 2014
...y otras hierbas.
Recogía flores, como si buscara el significado de los acontecimientos en el indescifrable código de las enigmáticas formas vegetales. Como si pudiera llegar a entender su propia existencia por el mero hecho de observar con intensa atención las inflorescencias, los pistilos y estambres, los sépalos, los flexibles tallos, la translucidez luminosa de las corolas. Acariciaba su suave textura, haciendo girar con dos dedos, como una sombrilla diminuta, cada pequeño hallazgo florido. La espléndida y delicada rojez de la amapola, la humildad aromática de la manzanilla, la anónima sencillez de esas espiguitas que imitan al trigo y que siempre terminan agarrándose con sus dorados anzuelos en los calcetines del incauto paseante.
A veces se tumbaba en algún prado, y contemplaba absorto durante instantes eternos cómo la mas leve brisa hacía cimbrearse el bosquecillo de hierbas, llevándose en sus brazos invisibles una hojita, o unos granos de polen. Asistía hipnotizado a las misteriosas danzas de las abejas, o al desfile disciplinado de las hormigas, o al errático deambular de un pequeño escarabajo dorado que parecía haber perdido la brújula en alguna oquedad del camino. Una oruga retorcía su blando cuerpo rayado en torno a su alimento del día; dos mariposas parecían perseguirse en un ritual amoroso, trazando en su vuelo deliciosos bailes; la escurridiza lagartija acechaba agazapada, inmóvil, convertida en hierba y tierra, discreta depredadora. Todo era vida, y muerte, ciclo y órbita, mutación y ley.
Regresaba a las calles con la ropa manchada, las manos sucias, ramitas en el pelo y algún hermoso tesoro entre los dedos. Nunca comprendería la mecánica vital, el porqué de las cosas, el ruido y la furia, el orden y la geometría, la moda o el tráfico. Pero llevaba en los ojos la sinuosa silueta de un cardo, el brillo de la telaraña, la apacible lentitud del caracol. Y sonreía, sin saber por qué, sin importarle a quién, tal vez porque conocía el lugar donde podía ser, solo ser, sin tener que parecer: su jardín secreto, a la vista de todos, y sin embargo, oculto.
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